viernes, 14 de mayo de 2010

12 - Traiciones

Sonata de Luz de Luna

Pieza Duodécima: Traiciones.




Cuando Draco abrió los ojos se encontró en un lugar donde jamás se hubiese esperado encontrar después del hechizo que había recibido, el Gran Salón. Lo primero que vio fue cómo un chico de primero caía al suelo, su boca sangrando y gritando de dolor. Un mortífago con rostro de satisfacción se masajeaba la mano con la que aparentemente lo había golpeado. Sintió a su lado como algo se movía y se giró para ver como Harry peleaba con unas cuerdas que le tenían amarrado de cuerpo entero. Ambos estaban amarrados, ahora que lo pensaba bien; eso y amordazados y sin varitas. ¿En qué momento había pasado esto? Lo último que recordaba era estar en los pasillos de las mazmorras. ¿Dónde estaban sus compañeros? ¿Cómo era que no se habían encontrado con quien sea que los había atacado?

Un mortífago avanzó hasta estar frente a Draco y dijo con voz lánguida y grave:

-Vaya, vaya… Así que la oveja negra de los Malfoy al fin despierta-mientras las palabras salían de su boca el mortífago le pegó un puntapié en el estómago seguido por un puñetazo en la cabeza.

Cuando Draco logró recuperar el aliento de dio cuenta que alguien había detenido al mortífago y había evitado que siguiera con la golpiza. No sabía de quién se trataba, y lo más probable es que si estaba libre para caminar no fuera más que otro de los seguidores de Voldemort, pero le estaba más que agradecido.

-¡Estúpido! ¡El Señor Oscuro ordenó que lo lleváramos sin estropear!-dijo una voz femenina que a Draco le pareció extremadamente conocida. Estaba seguro que la había escuchado antes, probablemente la noche en que había sido presentado a Voldemort en el castillo- Ya lo has golpeado dos veces, una vez más que lo hagas y te mataré ¿Entiendes? No voy a arriesgar mi pellejo por tus ganas de sangre.

Un ruido llamó la atención de Draco y le hizo mirar hacia las puertas del Gran Salón. Un grupo de alumnos había hecho estallar las puertas y había entrado a la habitación, armados sólo con sus varitas y su determinación por salvar a sus compañeros y profesores. Draco no podía creer lo que estaba pasando y fue incapaz de reaccionar cuando un hechizo pasó volando justo sobre su cabeza para golpear a un mortífago tras de él.

Un golpe en su costado le despertó del ensueño en el que había caído al ver cómo se desarrollaba la batalla; Harry estaba empujándole con los pies en dirección a un muro del Salón. Trató de averiguar en su mirada qué es lo que el chico pretendía, pero éste no hacía más que esquivarla. Poco a poco logró su cometido y le dejó resguardado de hechizos, escondido tras un pilar. Draco vio como el moreno intentaba ponerse de pie, ayudándose de la muralla, para ponerse a dar saltos en dirección a los profesores. El rubio le miró espantado, tratando de decirle a través de la mordaza en su boca que volviera a donde estaba, que no hiciera estupideces. Pero no era posible. Draco sólo pudo quedarse mirando cómo Harry esquivaba hechizos y daba saltitos hasta el círculo en la mitad del gran salón.

Una nueva explosión volvió a llamarle la atención y Draco dejó que sus ojos se cerraran por un momento para protegerle de los escombros que habían volado en su dirección. Cuando los abrió descubrió que un nuevo grupo de estudiantes había entrado por las puertas, estudiantes que al parecer venían de Ravenclaw, bajo el mando de Hermione Granger y Ginny Weasley. Sin dudar un segundo se unieron a la batalla contra magos que estaban por sobre ellos por muchos años de práctica.

Los ojos de Hermione se fueron directamente a Harry, quien había caído con la explosión y ahora intentaba ponerse de pie. Corrió hasta él, después de inmovilizar a un mortífago con un hechizo bien dirigido. Cuando llegó a su lado le quitó los encantamientos y la mordaza.

-¿Estás bien, Harry? ¿Tienes tu varita?-preguntó Hermione, después de ayudar a Harry a liberarse.

-No, me la quitaron en el camino-dijo Harry, mientras robaba la varita del mortífago que Hermione había dejado inconsciente-. Debemos ayudar a que los profesores se liberen, ellos podrán pelear mejor que muchos de los alumnos.

-Está bien-dijo Hermione. Junto con Harry atravesaron el campo de batalla en el que se había transformado el lugar donde comían diariamente, en paz. Caminaron apegados a las murallas, para evitar ser atacados por la espalda. Conscientes de que debían apurarse, porque lamentablemente los alumnos estaban cayendo uno a uno, con mayor rapidez. No sabían si muertos, era improbable que lo estuvieran dado que los rayos verdes no volaban con demasiada frecuencias, pero muchos estaban inconscientes o heridos de gravedad. Esta batalla no estaba yendo para nada bien.

Se acercaron al círculo donde los profesores permanecían inmóviles y de a poco empezaron a deshechizarlos, liberándolos de ataduras o devolviéndoles el habla. La mayoría, sin hacer pregunta, tomó la varita más cercana y corrieron a ayudar en la batalla; otros, como Madame Pomfrey y la profesora Sprout, decidieron que lo mejor era reanimar a aquellos que habían caído y sanar a quienes tenían heridas de gravedad.

Harry notó que ni Snape ni Remus estaban entre los profesores atados, probablemente se lo habían llevado a otro lugar y necesitaba encontrarlo. Debía asegurarse que se encontraba bien.

Dumbledore le miraba atento a todos sus movimientos. Mientras Harry le desataba Dumbledore lo hacía más que mirarle, tratando de dar un hilo conductor a los pensamientos que se podía ver que daban vueltas alrededor de la cabeza del chico. Cuando estuvo completamente libre Dumbledore puso una mano sobre la cabeza del moreno y dijo:

-Harry, debes cuidarte, salir de aquí-Dumbledore le miraba a los ojos, como ajeno a la cruzada que se libraba a su alrededor-. Esta es una batalla ganada gracias a tus compañeros y a ti, pero si te llegan a atrapar o matar, perderemos la batalla de inmediato. Vete, por favor.

-Profesor, yo no dejaré a mis compañeros solos en un momento como éste. Hay demasiada gente a la que necesito proteger-dijo Harry, zafándose de la mano sobre su cabeza. Miró al profesor con dureza y dijo-. Quizás no esté seguro de lo que hago, quizás pueda morir en el intento, pero es preferible a que ellos terminen heridos o enfermos por mi culpa, porque no fui capaz de actuar.

-Si no planeas irte hasta haber vencido entonces te pido, por favor, trata de cuidarte más a ti que al resto. No hagas sacrificios inútiles-dijo el hombre, volviendo a poner testarudamente su mano sobre la cabeza de Harry-. Tú eres más importante que cualquiera en esta habitación.

-La verdad profesor no creo…

-No digas nada, sólo prométeme que lo harás-dijo Dumbledore, tomándolo de los hombros y tratando de hacerle entender con una mirada que cuando decía que no había nadie más importante en la habitación también se refería a sí mismo. Harry no podía ir a pelear con la idea en la cabeza de que el director era más importante para la causa del bien que él mismo, eso sería un error en la visión del chico que podría traer demasiados problemas.

-Está bien, profesor, lo prometo. Pero, por favor, movámonos de aquí. Estando quietos somos un blanco demasiado fácil-dijo Harry, evitando su mirada.

Dumbledore sólo miró al chico, no podía estar seguro que la respuesta que le había dado era satisfactoria, pero Harry tenía razón. Eran un blanco fácil estando así, parados, en la mitad del salón. Se separó de su pupilo y empezó su propia batalla en el lugar, lanzando hechizos cada vez más poderosos a medida que avanzaba.

Harry corrió hasta donde Draco se encontraba escondido, recogiendo una varita de un mortífago inconsciente; no lo había olvidado en ningún momento, pero era quien estaba más fuera de peligro en esa habitación. Aparte de eso, siempre había estado con los sentidos pendientes de que nada fuera a pasar, que ningún hechizo fuese a volar en aquella dirección. Al menos ahora podría liberarlo y de esa manera se las arreglaría para protegerse sólo. Con un gesto de su varita y un par de Finite Incantem logró que las cuerdas cayeran de alrededor de su cuerpo antes de abrazarlo con fuerza.

-¡Qué demonios creías que hacías!-exclamó Draco, mientras le abrazaba de vuelta-¡Me tenías muerto de preocupación, imbécil!

-No es momento de pelear entre nosotros, Draco-dijo Harry, mientras le pasaba la varita y le daba un rápido beso en los labios-. Cuídate mientras no estoy, ¿ok? Recuerda que yo haré lo imposible por protegerte, pero no puedo hacer todo el trabajo.

-¿De qué hablas?-dijo Draco con una sonrisa arrogante-. Estás hablando con un Malfoy, si hay algo que puedo hacer es defenderme sólo.

-Sólo cuídate, Draco-dijo el moreno, abrazándolo con fuerza-. Recuerda que te estaré esperando cuando salgamos de todo este embrollo.

-Hablas como si nos estuviéramos despidiendo por un largo rato-bromeó Draco-. ¿Cuánto nos demoraremos en derrotar a estos idiotas?

-No mucho, espero-dijo Harry, tomando una de sus manos entre las suyas y besándolo nuevamente-Vamos, tenemos unos cuantos mortífagos que apalear aquí.

En el momento en que Harry y Draco se separaron para poder pelear con tranquilidad el moreno perdió toda conciencia sobre lo que le rodeaba. Toda su atención estaba enfocada en los mortífagos, en aquellos idiotas que eran capaces de seguir a alguien como Voldemort, en aquellos imbéciles que eran capaces de decirle tantas mentiras como le había dicho el mortífago que le había llevado hasta el Salón. No había manera que fuera a creerle todas estupideces, no iba a caer en sus juegos.

Alzó su varita y se dispuso a enfrentarse al primer mortífago sin contrincante que se encontrara en su camino. No fue difícil encontrarle, se trataba de un hombre no mucho mayor que él, que parecía haber decidido que esta batalla era demasiado para él y escapaba por las puertas del Gran Salón. Con un solo hechizo impidió su huida. Corrió hasta donde se encontraba, decidiendo en el camino que lo mejor que podía hacer era dejar al mayor número de mortífagos inconscientes, cuidando de no matar a nadie accidentalmente en el intento. No quería ser un asesino y no podía dejarlos escapar y volver con Voldemort.

-¡Rictusempra!-gritó Harry a otro mortífago que se le acercaba por un lado. Estaban saliendo por todas partes, y ni siquiera habían podido terminar de liberar a los primeros años (aunque Harry podía ver que Hermione y Ginny estaban haciendo un estupendo trabajo). Tenían que acabar con esa batalla lo más pronto posible, no podían permitir que el grupo de alumnos que habían juntado perdiera sus vidas por haber decidido jugar a ser héroes. No podían perder más gente en esa guerra contra Voldemort.

Harry se giró mirando a todo su alrededor. De un momento a otro se encontró sin un enemigo contra quién disparar, todos parecían estar preocupados de alguien en especial. Había hechizos volando por los aires, pero ninguno que fuese hacia él, o ningún amigo que realmente necesitara ayuda. Fue siguiendo los hechizos que lo vio.

Dumbledore.

El director se batía con cinco mortífagos al mismo tiempo. Era un duelo desigual, pero de todas formas el director iba ganando. Al menos, eso parecía hasta el momento en que un haz de luz verde dio contra su espalda. Lo demás pasó como en cámara lenta. El director cayó al suelo, como un cuerpo blanco e inconsciente. El mortífago que había disparado el rayo dio la voz de alerta de la muerte del director y, como si eso hubiera gatillado una serie de movimientos en secuencia, las cosas empezaron a suceder. Todos los mortífagos que parecían haber perdido la fuerza en batalla se alimentaron del júbilo que les daba la muerte de Dumbledore y dieron vuelta lo que parecía un resultado obvio. Los mortífagos empezaron poco a poco a ganarles, con rejuvenecidos ánimos. Se batían a muerte contra un grupo de alumnos y profesores que aún no parecían asimilar lo que acababa de ocurrir.

Harry, al ver cómo el profesor caía al suelo, no había podido evitar que su cuerpo sufriera algo que sólo pudo describir como un corto circuito. Cayó al suelo, de rodillas, con las manos frente a él, dejando caer la varita que había tomado prestada minutos antes. No podía dejar de ver hacia el cuerpo inerte de quien había sido la persona que había mirado con admiración toda su vida, alguien a quien creía simplemente invencible… alguien que, según el mortífago había dicho, iba a morir esta noche. No podía ser verdad, simplemente no podía ser cierto que Dumbledore estuviera muerto. No lo estaba, Dumbledore era invencible, el hechizo que le había golpeado no era un Avada Kedavra, el profesor sólo estaba desmayado.

Harry se puso de pie rápidamente, como despertando de una pesadilla, y corrió hasta el cuerpo, aún caliente, de su mentor en una carrera suicida. Tenía que reanimarlo, tenía que despertarlo, sólo entonces podrían ganarle a los mortífagos.

Pero no logró llegar.

En la mitad del camino se encontró con alguien que corría perpendicular a é, éste le atrapó y con fuerza le cargó sobre un hombro, llevándole hasta las puertas del salón. Harry trató de liberarse, luchó tanto con magia como con sus músculos, pero le fue imposible. La misma persona que le había capturado le había inmovilizado una vez estuvo sobre su hombro, para cargarle sin problemas. Antes que Harry se pudiera dar cuenta que pasaba el encapuchado le había sacado del Gran Salón y le había llevado a la habitación más cercana. Harry ya no se sentía capaz de seguir peleando, por lo que no se resistió al hechizo y espero a que su captor le dejara en el piso de forma serena. De pronto sintió que le quitaban el hechizo de encima y aún así fue incapaz de moverse de su lugar.

El mortífago se sacó su máscara y la capucha, dejando ver su largo cabello rubio y sus ojos azules. Era una chica, que le miraba a los ojos con algo parecido a la simpatía.

-Hola, Potter. Supongo que me recuerdas, ¿no?-dijo ella, cerrando la puerta de la habitación con un hechizo que Harry no conocía-. Soy quien te dijo lo que iba a pasar esta noche, soy quien te comentó esas pequeñas triquiñuelas que el director había hecho para lograr que te convirtieras en un hombre lobo. Me presento, mi nombre es Sarh-mientras decía esto la mujer, que Harry pudo ver que era mayor que él, pero no por demasiados años, extendió su mano, como esperando que el chico la tomara. Después de unos minutos la guardó en uno de los bolsillos de su túnica para sacar la varita de Harry, se la extendió y éste no necesito más de un par de segundos para reclamarla-. Necesito que entiendas algo, Potter. Dumbledore está muerto. Sé que dijiste que necesitabas hablar con él, pero juro por mi magia que lo que te dije es completamente verdad. Necesito que entiendas lo que implica su muerte, junto con todo lo que te conté hace unas horas.

Harry miró hacia otro lado, cualquier lado, buscando que el movimiento sacara las imágenes de su cabeza. Su mente no podía dejar de repetir el minuto en que el director caía al piso, cómo se había movido su barba, su cuerpo, su túnica de mil colores.

-Serás llevado ante Lord Voldemort en unos minutos, Potter-dijo la chica, tomándole la cara con una mano para que el chico volviera a mirarle a los ojos-, y hay sólo dos formas en las que puedes llegar ante el trono del Señor Oscuro. Pueden entrar como todos lo hacen, como un bulto que pronto no será nada más que un cadáver, o puedes entrar de una manera completamente distinta. Como un igual. Lord Voldemort decidió que, en cuanto supieras la verdad, se te diera esa opción, y yo te pido que elijas la tuya…

Cuando el mortífago que se había llevado a Harry volvió a entrar al salón, se llevó una grata sorpresa. Los alumnos y profesores de Hogwarts apenas estaban en pie, mientras que los mortífagos parecían estar en buenas condiciones, un par de heridas bastante feas, pero nada incurable.

-¡Dejen de luchar, muchachos!-gritó la mortífaga-. Esta batalla ya la hemos ganado. Dumbledore está muerto y Potter va en camino hacia nuestro Señor, Lord Voldemort. No es necesario que sigamos malgastando nuestro tiempo con simples zánganos.

En el momento en que dijo estas palabras pudo ver cómo la mayoría de los mortífagos dieron sus golpes de gracia a sus singulares contrincantes y siguieron, a esta mortífaga, que parecía ser su jefe, hacia las afueras de los terrenos de Hogwarts.





La enfermería parecía estar repleta de un silencio sepulcral que dejaba pasar los sollozos que venían desde fuera de ésta. Cuando Draco despertó parte de él no podía creer que se encontraba en el limbo blanco nuevamente en vez de en el Gran Salón, en la mitad de la batalla. Por un momento, al ver el techo blanco sobre sí creyó estar muerto, que todos habían muerto; cuando se dio cuenta que en el ambiente habían sonidos, voces, que identificaba como Ron y Hermione sollozando, se dio cuenta que el dolor que sentía hasta lo más profundo del alma era demasiado intenso como para estar muerto. Se dio cuenta entonces de que estaba vivo, que toda esa situación no era un reflejo de su imaginación pesimista ni un pésimo sueño.

Trató de ponerse de pie, de sentarse en su camilla, pero todos sus músculos se quejaron en protesta ante el movimiento. Se miró el cuerpo y notó por primera vez que la mitad de su torso estaba vendada por una gran gasa, que tenía una mancha de sangre demasiado grande que atravesaba desde su hombro al lugar entre sus pectorales, y que sus manos estaban cubiertas de una crema de apariencia viscosa.

Alguien entró por la cortina de su cubículo. Draco trató de girarse para ver quién era pero su cuello se lo impedía. No podía mover muy bien la cabeza y el sólo intentarlo le dolía.

-Buenos días, querido-dijo la voz angustiada, pero serena, de la enfermera-. Qué felicidad que estés despierto. Eres el primero que despierta, y ya me estaba preocupando de que no despertara nadie.

La enfermera pasó un brazo por sobre Draco para poder tener mejor acceso al principio de sus vendas, y cuando la cabeza de Madame Pomfrey estuvo por sobre la suya Draco fue capaz de ver que la mujer tenía los ojos hinchados y llorosos. No se veía para nada bien. Tragándose cualquier tipo de compasión o empatía que podía sentir por ella, a favor de su propia curiosidad y angustia, Draco decidió preguntarle:

-¿Cómo están los demás? ¿Weasley, Granger, Harry? ¿Despertaron ya?

Dada la cercanía entre ellos Draco pudo ver el momento exacto en que las facciones de la enfermera se contorsionaron, pasando de un dolor sereno a una angustia que parecía que le carcomía el corazón. Al oír sus nombres dejó de hacer su trabajo con las vendas, su espalda se tensó, sus hombros de cuadraron, puso sus manos rápidamente sobre su boca y se alejó unos pasos de la camilla para mirarle desde una distancia un poco mayor.

-¿Qué pasó con ellos?-preguntó Draco, asustado, temiendo lo peor.

-El señor Weasley aún no despierta. Sufrió quemaduras muy severas y aún sufre de una fiebre muy alta-dijo la mujer después de unos segundos de tenso silencio-. La señorita Granger… ella… bueno, se cree que despertará pronto, pero está siendo curada de una gran cantidad de heridas y de desgarros musculares provocados por el uso excesivo de Cruciatus. Lo bueno es que los sanadores de San Mungo descartaron daño mental.

-¿Y Harry?-preguntó Draco cuando se dio cuenta que la mujer no parecía querer seguir hablando.

-Del señor Potter no tenemos noticias. No se ha sabido nada de él desde que se lo llevaron. No sabemos aún si eso es bueno o malo, pero sin duda si Quien-tú-sabes lo hubiese matado ya nos habrían llegado noticias, después de todo la…

Draco no podía seguir escuchando. Era incapaz de concentrarse en nada.

Se lo habían llevado. No sabía cómo era posible que eso hubiese sucedido, pero los mortífagos se habían llevado a Harry. Eso era imposible, no podía ser cierto… porque el que los mortífagos se lo hubiesen llevado sólo podía significar una cosa: dentro de poco se encontraría su cuerpo, muerto, y Voldemort ascendería al poder tan fuerte y poderoso como lo había sido antes de que Harry naciera. Antes de que fuese derrotado. Voldemort ascendería con tanto poder sobre sus vidas como siempre había tenido sobre la vida de Draco.

Pero Harry no podía estar muerto, no podía estarlo. Harry le había dicho que lo iba a proteger, que no iba a permitir que Voldemort le atrapara y si él no estaba ahí para intervenir ya no había nada que le separara de su destino. Ya no había manera de huir de su padre y de la Marca Tenebrosa.

Pero no importaba, porque Harry no estaba muerto.

No podía estarlo.

Porque… porque Draco se estaba enamorando de Harry, y Harry parecía estar interesado en él.

Y si ambos tenían la posibilidad de llegar a amarse… Harry no podía estar muerto ¿o sí?





Los mortífagos son, en muchas situaciones, una manga de ineptos que no son capaces de distinguir la punta de la varita de su mango, pero cuando se trata de asuntos de ese calibre siempre habían tenido muy buen tino. Lo primero que hicieron en cuanto acabó la batalla y llegaron frente a Voldemort, arrojando los trasladores inservibles a una cesta que alguien había puesto especialmente para eso, fue relatarle al Señor Oscuro cómo era que Dumbledore había caído. Tom Riddle no podía estar más fuera de sí ante las noticias.

Snape, por su parte, no lo podía creer. Dumbledore no podía estar muerto, ese hombre era el ícono de la luz, la imagen de la esperanza por la que miles en el mundo mágico se regían. Si Albus moría no habría manera que la gente confiara lo suficiente en el ministerio como para poder realmente dar la batalla y no dejar que Voldemort controlara todo como siempre había sido su intención.

Dios, esto no podía ir peor.

Al menos eso fue lo que Snape pensó antes que la puerta del salón se abriera para dejar entrar a Sarh con un encapuchado tras ella. La mujer venía orgullosa, como sin duda se tenía que sentir después de que su misión de espionaje hubiese tenido como resultado la muerte del director de Hogwarts. El encapuchado, en cambio, mostraba en su expresión corporal una incomodidad que sólo podía venir de la cantidad de ojos que le estaban mirando. Se veía como alguien que no se sentía a gusto en su propia piel y hubiera dado todo por salirse de ella por un par de minutos.

Los mortífagos se alejaron del paso de la mujer e hicieron un camino entre ella y el trono del Señor Oscuro.

Cuando Sarh se inclinó en una reverencia el encapuchado se quedó de pie.

-¿Qué significa esto, Sarh?-preguntó el Lord Voldemort, mirando con desagrado al misterioso visitante-¿A quién has traído ante mí que se siente capaz de mantenerse en pie en mi presencia?

-Mi Señor, he traído a Harry Potter-dijo ella, inclinando su cabeza.

Snape estaba seguro que había escuchado mal. Imposible. Potter estaba en el castillo, metiéndose en problemas y quizás tratando de internarse en duelos demasiado avanzados para él. Harry debía estar en Hogwarts, descansando de su primera transformación, quizás en la enfermería, rodeado de sus amigos y empezando a confiar en Draco. El hijo de Lily no podía estar aquí, de pie frente al Señor Oscuro, como si se tratase de un fantasma de negro.

Sólo cuando el visitante dejó caer su capucha, y miró a Voldemort con sus ojos verdes llenos de vida y desafíos, Snape pudo aceptar en su mente que lo que estaba pasando era real y que el joven frente a él era realmente Harry Potter. El chiquillo se veía demacrado, pálido, como si fuera a caer enfermo en cualquier momento; pero cuando habló con Riddle, sus palabras estaban llenas de seguridad.

-Estoy aquí, Tom, porque quiero unirme a ti. Quiero entender las cosas desde tu punto de vista, tanto mi mundo como el tuyo. No hay nada que desee más en estos momentos.

Esas palabras bastaron para que Severus perdiera momentáneamente el equilibrio. Tuvo nauseas y estaba seguro que si no se controlaba iba a vomitar en el Salón del Trono. Hizo todo lo que estaba a su alcance para mantener su máscara de nulidad, aunque pensaba, con certeza, que ésta había desaparecido por un par de segundos. ¡Esto era una puñalada por la espalda! ¡Harry Potter no podía transformarse en un mortífago! Dumbledore había luchado toda su vida para impedir que esto pasara, había arreglado todo para que las decisiones que el chico tomara le alejaran de este camino. ¡Potter no podía hacer esto, ni siquiera si Albus estaba muerto, no podía!

-¿Y por qué se supone que deba creerte?-preguntó el Señor Oscuro, como si todo este asunto le causara la mayor de las gracias-. Tú perfectamente podrías estar planeado golpearme por la espalda, muchacho. No veo una sola razón por la que debiera creer que lo que dices es verdad-añadió, inclinándose en su trono para mirar a Harry con maldad.

-No tienes por qué creerlo, Tom. Puedes creer lo que te dé la gana-dijo el chico, cruzándose de brazos-. Lo único que yo sé es que hubo un acto, desde que me mordieron hace un mes, que cambió mi vida. Se podría decir que Sarh ha abierto mis ojos a la realidad y quiero comprobar ahora si lo que dice es cierto.

-Ah… tu transformación, es verdad-dijo Voldemort, como si su condición no fuera realmente importante-. Algo me habían comentado de eso-añadió, para luego sonreír maquiavélicamente. Para cualquier persona con un poco de conciencia la sonrisa del Señor Oscuro le debería parecer la cosa más desagradable y nauseabunda en la faz de la tierra, pues ésta implicaba un sufrimiento tal para la humanidad que lo mínimo que uno se podía imaginar era que detrás de cada una de esas sonrisas habían asesinatos y torturas al por mayor. Snape pudo observar, en esos momentos, que a Potter esto no parecía importarle-. Está bien, Potter, ven conmigo. Tendremos una pequeña conversación, sólo conversación. Sin varitas-dijo el hombre, poniéndose de pie en su trono y extendiendo su mano hacia Harry.

El joven la aceptó sin siquiera titubear.

-Severus, podrás irte en cuanto regrese-dijo Riddle, mientras se dirigía a la puerta que llevaba a su sala privada-. Llévense al hombre-lobo, él ya no me importa, pero eviten torturarlo con objetos de plata. No queremos herir las sensibilidades de nuestro invitado-agregó.

Luego de decir eso Harry y Voldemort desaparecieron tras la puerta, que apareció sólo una vez el Señor Oscuro estuvo a menos de medio metro de la muralla. Nadie sabía exactamente qué había tras aquella puerta, pero un par de mortífagos habían tratado de entrar en caso de urgencia y nunca habían vuelto a aparecer. Eso era suficiente incentivo para no intentar averiguarlo. Lo que todos sabían con certeza era que ahí se encontraban los cuartos personales de Lord Voldemort.

Por lo que había visto alguna vez, en unos planos viejos del castillo, tras esa puerta había un pasillo lleno de hechizos y trampas que estaban afinadas de forma que sólo alguien con la firma mágica de Voldemort pudiera cruzarlas.

Harry Potter y Tom Riddle volvieron cerca de cinco horas después al Salón del Trono. Lo primero que Snape pudo notar es que el Señor Oscuro venía radiante, como un niño a quien acababan de entregarle un juguete nuevo. El chico en cambio venía cubierto sólo por la capa que le había envuelto cuando entró en la habitación. Toda la ropa que tenía abajo había desaparecido, dejándolo descalzo contra el frío mármol del piso del castillo. Si bien éste intentaba cubrirse su desnudez era obvia y lo que había pasado tras esa puerta era algo que Snape no quería siquiera imaginar, para evitar el riesgo de vomitar en el lugar y perder la vida.

-Spiritchaser-llamó Voldemort, indicándole a un mortífago que saliera de sus filas y se adelantara en el círculo-. Enséñale todo lo que tiene que saber. Lo quiero listo de aquí a mañana a la medianoche. Mañana será su ceremonia de iniciación y será marcado como mi igual.

Poco supo Severus de lo que había pasado después de haber oído eso. Las palabras aún estaban siendo registradas en su cabeza cuando el mortífago empezó a dirigir a Harry tas una puerta.

El chico se iba a transformar en uno de ellos, mañana en la noche sería iniciado en la Magia Negra y quizás en la necromancia. Por un par de segundos pensó que si se apuraba y volvía al castillo podrían formular un plan para salvarle de ese futuro lleno de oscuridad; pero Potter parecía querer estar ahí.

De momento Snape se tenía que concentrar en volver al castillo, enterarse de cómo estaban las cosas luego de la muerte de Dumbledore, cómo estaba su ahijado y en qué condiciones había quedado la Orden del Fénix.

Dios… Eso sólo le traía a la mente todos los problemas a los que se tendría que enfrentar.

¿Cómo le dices al chico, que quieres tanto como si se tratara de tu propio hijo, que has matado a su hermana? ¿Cómo le dices que lo hiciste sólo para salvar tu propia vida? ¿Cómo le dices que la única persona que parecía haberse fijado en él, desinteresadamente, es ahora su enemigo?

Esas eran sólo un parte de las desventajas de pertenecer al bando de los buenos y estar en el lado de los malos, con Voldemort, en el momento en que llegan las malas noticias. Esas eran las cosas que duelen, e intentar sobre llevarlas en una situación tan complicada como esa, en la que no puedes dejar salir una pizca de ese dolor, pues si lo haces estás muerto, era casi imposible. Esas cosas duelen más que veinte Cruciatus seguidos, más que ver morir a un inocente al que no conoces, del que no sabías su historia y con el que nunca habías conversado. Matar a alguien que has amado como a una hija estaba dentro de los dolores más profundos que Severus había tenido que aguantar en su vida, pero esto… ver cómo alguien que acababas de aprender a querer, a apreciar en todo sentido, te traicionaba, era un dolor completamente distinto.

Debía volver a Hogwarts.

-Si me disculpa, mi Señor-dijo Snape, inclinándose como había hecho Sarh en su momento-. Quisiera volver a Hogwarts y tratar de reafirmar mi lugar en la Orden del Fénix.

-Sí, Severus, vete. Lleva las noticias de lo que pasó esta noche, estoy seguro que están ansiosos por saber de la suerte de su pequeño salvador-dijo Voldemort, de manera desinteresada, aunque se podía ver en sus ojos que el sufrimiento que la Orden sentiría era sólo un bocado más en el festín de sufrimiento que había provocado hoy.

El maestro de Pociones no perdió un segundo, se puso de pie y salió del castillo a paso rápido en dirección al punto donde podía activar el traslador que le llevaría a Hogsmeade. Debía volver al castillo y ayudar en lo que pudiera, dar la noticia de la traición y maquinar algún plan para poder rescatar al Remus.

Dios… Sin Dumbledore sería todo tan difícil ahora…

sábado, 8 de mayo de 2010

Algunas palabras, resumen y advertencias

Sobre la Historia
Durante una detención en el Bosque Prohibido Harry es mordido por un hombre-lobo para salvar a Malfoy de la muerte. El rubio decide llevarlo al castillo para que le curen, ganándose el respeto de Dumbledore. La licantropía era algo que nadie hubiera imaginado en el futuro de Harry, pero ayudó a que llegara a conocer a Malfoy. Saben que estarán siempre juntos, pero cuando Voldemort los separa ¿podrá su amor juntarlos?

Géneros: Acción, Angustia, AU, Drama, Misterio, Romántico, Songfic, Tragedia.

Advertencias: Lemon (L), Muerte de un personaje del canon (MC), Muerte de un personaje original (MPO), Tortura (T), Violación (V), Yaoi (O interacción homosexual) (Y). Si un capítulo merece alguna, o más, de estas advertencias tendrá la letra mayúscula entre paréntesis en su título y las notas del capítulo.

Parejas: Harry x Draco, Hermione x OC, Ron x OC, Hermione x Ron, Harry x Tom, Draco x OC, Remus x OC, Severus Snape x OC, Severus x Sirius, Sirius x Tonks. Sé que son muchos OC, pero cuando empecé a escribir no había muchos personajes que pudiera usar del canon para lo que necesitaba, así que traten de querer a los OC y no verlos desde un punto de vista como si fueran Mary Sues.

Sobre los personajes
Este fic es un AU desde 4º año, es decir, se aleja del universo conocido por el canon de los libros desde poco después que Voldemort resucita en el 4º libro. Por lo tanto muchos de los personajes a los que estamos acostumbrados (Tonks, Bellatrix, Arabella Figg, Mundungus Fletcher, entre otros) es posible que no aparezcan y sí lo hacen es muy probable que no sea de la manera en la que estábamos acostumbrados. Trataré de insertarlos de forma que sus personajes no cambien demasiado, pero no siempre será posible, dado que el fic lo empecé a escribir mucho antes que aparecieran y les di personalidades y características distintas (un gran ejemplo de eso es que Arabella Figg no será squib).

11 - Sylphid (MPC)

Sonata de Luz de Luna
Pieza Undécima: Sylphid.


-Debemos avisar a Dumbledore-dijo Hermione sin perder tiempo-. Esto tiene que estar relacionado con el asesinato de Tracey, son demasiados alumnos como para que sea una coincidencia.

-¿Es posible que haya pasado en otras casas?-preguntó Draco, llamando la atención de todos los presentes.

-No veo por qué no-dijo Harry, quien subió las escaleras hacia su dormitorio, sabiendo que Ron, Hermione y Malfoy le seguirían-. Debemos hablar con Dumbledore inmediatamente, si están todos ocupados por los aurors que venían a ver el cuerpo no me imagino donde puede estar ni cuán ocupado. Lo buscaré en el mapa.

-Te acompañaremos-dijo Ron, sin perder un segundo.

-¿Mapa?-preguntó Draco, confundido.

-Ya verás-dijo Harry con una sonrisa.

El dormitorio de los hombres se encontraba desordenado. Los elfos domésticos no entraban en las habitaciones más que para tender las camas, por lo que aparte de eso estaba todo tirado por todas partes. Había ropa de Dean sobre la cama de Harry, los libros que los chicos habían usado para estudiar se esparcían sobre la cama de Neville y Trevor parecía estar durmiendo sobre la capa de Ron en una silla.

-Vaya, esto ciertamente es muy parecido a lo que me esperaba-dijo el rubio al ver el desorden.

-No es siempre tan malo-se defendió Weasley.

-A veces es peor-comentó Hermione, sentándose en la cama de Ron.

Harry mientras se había preocupado de sacar su capa y mapa del baúl a los pies de su cama. Sentándose todos en la cama del pelirrojo, Harry se puso al medio con el pergamino frente a él. Tocó su superficie con la varita y dijo “Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas” El papel empezó entonces, para sorpresa de Malfoy, a dibujar los contornos de lo que no podía ser otra cosa que el castillo.

-Busquemos a Dumbledore-dijo Hermione, señalando los lugares donde posiblemente pudiese estar.

Los ojos de todos se detuvieron en el Gran Salón, por sobre el dedo de Hermione, donde al parecer Dumbledore y todos los profesores se encontraban reunidos. Los maestros se encontraban en un círculo, todos inmóviles, alrededor de ellos en círculos concéntricos, se encontraban cada uno de los alumnos de los tres primeros años de Hogwarts, de todas las casas.

-¿Qué está pasando aquí?-preguntó Ron, extrañado- ¿Porqué están así? ¿Quiénes son esos puntos que andan alrededor? ¿Aurors?

-Mortífagos-respondió Malfoy, leyendo los nombres sobre los puntos-. Puedo reconocer al menos a 3 de ellos. Dolohov, los Carrow aquí, Rockwood, Rabastan, Bellatrix y Rodolphus Lestrange, Spiritchaser, Pettigrew, mi padre.

-¡Mortífagos en la escuela, esto es mucho más grave entonces!-exclamó Harry-. El castillo ha sido invadido. Tenemos que hacer algo para ayudarles.

-¿Y qué se supone que hagamos? No podemos solos contra todos esos mortífagos, y no parece que los profesores estén en condiciones de contraatacar-dijo Malfoy, intentando que su voz pareciera más firme de lo que realmente debería ser dado el miedo que lo estaba controlando.
-Debemos esperar a los aurors-dijo la única chica en la habitación-. Ellos deben haber sido avisados por el asesinato de Tracey y deberían llegar pronto.

-Ellos ya deberían haber llegado, Hermione-le recordó Ron-. Han pasado horas desde que se descubrió el cuerpo y si no han llegado hasta ahora lo lógico es que el aviso jamás haya llegado.

-Debemos avisarles nosotros entonces-dijo ella, tomando un pergamino del bolso de Ron, y escribiendo un mensaje rápidamente-. No podemos pretender pelear con ellos, siendo nosotros sólo cuatro.

-Míralo por el lado amable, al menos no está Voldemort-dijo Harry mientras se ponía de pie-. Avisaré al resto de Gryffindor, si podemos defender Hogwarts hasta que lleguen los aurors será genial, pero no podemos contar con el que podamos mandarles un mensaje. Si tantos mortífagos lograron infiltrarse en el castillo, lo lógico es que hayan asegurado una manera de no ser interrumpidos.

-¡Pero Harry…!

-¿Pero qué?-exclamó éste, mientras buscaba su capa de invisibilidad-. No me voy a quedar esperando a que los mortífagos maten a alguien para darme cuenta que debería haber estado ahí tratando de buscar una manera de defenderlos. No iré sólo, trataré de convencer a cuantos pueda de acompañarme, pero no me quedaré sentado mientras niños mueren porque fuimos demasiado cobardes como para detenerlos.

-Está bien, Harry, yo no me quedaré mirando, puedes contar conmigo-dijo el pelirrojo, poniéndose tras él y posando su mano en el hombro del moreno.

-Sabes que puedes contar conmigo también, Harry, pero necesitamos un plan-dijo la chica, tratando de razonar con él.

-Pues éste es mi plan. Bajamos a la Sala Común y les contamos lo que está pasando. Juntamos a cuantos alumnos quieran ayudar de sexto y séptimo, y mandamos mensajeros a las otras casas en busca de lo mismo. Nos reunimos media hora más tarde en el pasillo hacia el Gran Salón y acabamos con ellos-dijo Harry, como si eso fuera suficiente.

Sin esperar un segundo más salió de la habitación y bajo a enfrentar a sus compañeros. La Sala Común se encontraba hecha un caos, un par de alumnos lloraba la desaparición de sus amigos o hermanos. Seamus y Dean se encontraban tratando de controlar a un par de alumnos que querían salir a buscar a sus compañeros, convencidos de que éstos no se habían enterado de lo que había pasado y estaban afuera en los terrenos practicando Quidditch.

-Chicos, los mortífagos han invadido el castillo-dijo Harry, muy serio. Sin dudarlo mucho se subió a un escritorio apoyado contra la muralla y habló-. Tienen a los profesores y a los primeros años encerrados en el Gran Salón, y lo más probable es que el mensaje que pretendían mandar a los aurors jamás haya llegado al ministerio. No sé qué es lo que ustedes piensen hacer, pero yo pretendo pelear. Éste es nuestro colegio y no podemos permitir que un grupo de imbéciles nos haga sentir miedo. Les pido, a los mayores, a los que se sientan más preparados para batirse en duelo con alguien, que se unan a nosotros y nos ayuden a acabar con ellos. Nos reuniremos en el pasillo hacia el Gran Salón en media hora, tienen hasta entonces para pensarlo.

Cuando bajó de la mesa el silencio era sepulcral.

Nadie quería realmente mirar a nadie y sólo un par se acercó a Harry. Ron, Hermione y Draco le esperaban inquietos, junto a Dean, Seamus y Ginny.

-Necesitamos avisar a las otras casas-dijo Harry en cuanto estuvo en el piso-. Puedo confiarles a ustedes Ravenclaw y Hufflepuff, ¿no?

-Por supuesto-respondió Hermione-. Me encargaré de Ravenclaw, conozco a un par de personas y estoy segura de que podré convencerlos.

-Yo te acompaño-dijo Ginny-. No sé si todos los que conozco quieran venir, pero estoy segura que Luna no tendrá problemas en ayudar.

-No puedo dejar que ustedes vayan solas, yo las acompaño-agregó Dean.

-Yo y Seamus nos encargaremos de los Huffies, entonces-dijo Ron con una sonrisa, mientras le daba una palmada a su compañero en la espalda.

-Yo me encargaré de los Slytherin-dijo Harry, mirando a Draco. ¿Puedo contar contigo, no?

-Por supuesto-dijo el rubio, sintiendo como el color se subía a sus mejillas-. No estoy seguro de que nos quieran ayudar, pero reaccionarán mejor si es un Slytherin quien lo propone a si es un Gryffindor.

-Está bien, todo está claro entonces. Nos encontraremos en media hora en el pasillo que da hacia el Gran Salón, con cuantos alumnos podamos unir a nuestras filas.

-Harry, nos gustaría ayudarles-dijeron Parvati y Neville, antes de que los chicos salieran por el agujero de entrada.

-¿Pueden tratar de mandar un mensaje al ministerio contándoles de lo que está ocurriendo?-preguntó Hermione-. Traté de mandar una lechuza, pero Hedwig no estaba en la habitación.

Sin más palabras los chicos salieron de la Sala Común de Gryffindor, con los gritos de la Señora gorda a sus espaldas, diciéndoles que se mantuvieran lejos del Gran Salón y entraran a refugiarse tras ella, que no era momento de heroísmos sino de mantenerse vivos. Los chicos sólo corrieron escaleras abajo, plenamente conscientes de a lo que se estaban enfrentando.

No fue hasta que llegaron al primer piso que se detuvieron a tomar un descanso y recobrar el aire. Harry se encontraba, por su parte, más adolorido que nunca. Parecía que el salir a correr justo después de una transformación no era muy buena idea y su cuerpo no paraba de quejarse; sus huesos dolían y sus músculos quemaban como si estuvieran prendidos en fuego.

-Está bien, nos vemos aquí en quince minutos-dijo Hermione-. El camino hacia la torre de Ravenclaw es largo y no podemos perder tiempo en descansar-agregó, tomando la mano de Ginny y corriendo hacia la torre. Dean no muy lejos de ellas, cuidándoles las espaldas.

-Deberíamos seguir su ejemplo-dijo Ron, parándose derecho y ofreciéndole una mano a Harry, quien se había dejado caer en el piso a descansar- Hufflepuff está cerca de la cocina, ¿no?-preguntó retóricamente.

-Vamos, Weasley, te apuesto que llego antes que tú-se burló Seamus, tratando de mantener los espíritus arriba, al menos durante unos minutos.

-Ni en tus sueños-respondió el pelirrojo, corriendo antes que el irlandés pudiera reaccionar. Una vez se dio cuenta corrió tras el chico sin siquiera despedirse de Harry y Draco.

-¿Te encuentras bien, Potter?-preguntó el rubio, mirando con preocupación cómo el moreno se masajeaba los muslos.

-Sí, no te preocupes. No hay mucho tiempo que perder, y realmente espero que podamos convencer a alguien en Slytherin de ayudarnos y no de atacarnos al entrar-dijo éste, con una sonrisa.
-No sé qué tanta suerte tendremos, pero no puedo si no esperar lo mismo-dijo Draco, muy serio, mientras le señalaba a Harry que siguieran corriendo. El chico no lo dudó un segundo y siguió el ejemplo.

-Me alegra mucho que hayas decidido ayudar, Malfoy-dijo Harry después de unos minutos de correr por los pasillos de las mazmorras-. Por un minuto no creí que lo fueses a hacer, me alegra que hayas tomado esa decisión.

-Bueno, Harry-dijo Draco, sonrojándose-. Supongo que estabas en lo correcto. Tengo que tomar un lado en este asunto, y la verdad es que ya no me puedo imaginar lo que sería ser tu enemigo nuevamente.

Harry soltó una carcajada que inundó el pasillo, y los oídos de Draco.

-Me alegro, Draco, pues no creo que yo pueda volver a ser tu enemigo tampoco-dijo, mientras se las arreglaba para que sus dedos se entrelazaran, en un gesto que tanto reconfortaba al rubio, como le daba esperanzas de que saldrían con vida de este problema al que se enfrentaban tan pronto.




Lo primero que hizo, al despertar de su inconsciencia, fue llevarse una mano a su adolorida cabeza. Miró a su alrededor y, no con demasiada sorpresa, descubrió que no sabía dónde se encontraba. No reconocía el lugar, aunque el ambiente frío y lúgubre le recordaba las mazmorras del colegio, por lo que asumió que estaba en alguna especie de subterráneo o calabozo. Sin duda los mortífagos habían aprendido que no era buena idea encerrarlo en una casucha y que necesitarían más que un par de sogas para retenerlo.

A su lado alguien se movió ligeramente. Se giró, con algo de miedo, preguntándose con qué se iba a encontrar, para que sus ojos se clavaran en otro par de ojos que le miraban fijamente. Ojos negros como la noche, que no parecían para nada contentos.

-Al fin despiertas-dijo la grave voz de Snape.

-¿Dónde estamos?-preguntó, tratando de no poner atención a la molestia que emanaba del tono en que el profesor de pociones había pronunciado esa frase.

-En algún tipo de mazmorra, encerrados por un gran número de hechizos y sin varita-dijo Snape, mirando a la puerta-. Aunque si te refieres al lugar geográfico, me temo que en el estruendoso viaje, desde que nos dejaron inconscientes hasta que nos encerraron aquí, no pude poner la suficiente atención como para fijarme. Para la próxima ocasión trataré de estar un poco más despierto-añadió con una mueca de desprecio, mientras se ponía de pie y acercaba su cabeza a la ranura por la que entraba una pálida luz verde.

-No hay necesidad de ser sarcástico, Severus-respondió Remus, mientras sentía que alguien se acercaba lentamente. Los pasos eran lentos y seguros, no los pasos apurados y preocupados de alguien que fuera a ir en su rescate.

-Tengo la impresión de que estamos en el castillo del Señor Oscuro-dijo Snape, presionando el puente de sus nariz con su índice y pulgar-. Reconocería esas antorchas verdes en cualquier lado.

La luz que entraba por la puerta era producto de la magia, entonces. Si Snape decía que estaban apresados por Voldemort, entonces tenía que ser así. Se había encontrado ahí hacía un tiempo, no era la primera vez que había sido atrapado por mortífagos que le habían llevado al castillo para torturarle por ser hombre lobo, pero el que Snape le acompañara en esos momentos hacía que todo fuera distinto. Esta vez no estaba preso por su enfermedad, sino que había sido atrapado por lo que representaba para el señor Oscuro: un miembro más de la Orden del Fénix.

La puerta se abrió y una tenue luz entró por su dintel, junto con un encapuchado de al menos dos metros de altura. Ante la entrada del desconocido Lupin se puso de pie, mientras Snape se acercó más a la muralla. El hombre les inspeccionó de cuerpo entero, con unos fieros ojos azules mirándoles desde detrás de una máscara de plata blanca.

-Se presentarán ante Lord Voldemort-dijo el mortífago, mientras les apuntaba con su varita-, y se comportarán bien. Nada de insolencias, nada de reclamos y nada de valentía estúpida. ¡Crucio! ¡Crucio!

Tanto Lupin como Snape cayeron al suelo, gritando por el dolor que les producía el maleficio. Para Severus, que ya estaba más o menos acostumbrado a esto, pareció que el hechizo fuese tal y como la primera vez. Nada podía hacer que te acostumbraras a un Cruciatus, ni siquiera años de recibirlo semanalmente. Aunque estaba seguro que en unos pocos años más, si seguía así, sus nervios estarían tan fritos como los Longbottom. Para Lupin, que si bien lo había recibido en varias ocasiones antes, el dolor fue comparable con la pero de sus transformaciones. El sufrimiento era desgarrante y lo único que podía pensar era en que la muerte sería una gran salida a todo ese ataque a sus cuerpos.

“Por favor, que alguien nos ayude”. Era lo único que podía pensar. De alguna forma rogaba en su mente, que alguien pudiera responder a ese pequeño ruego. Su cuerpo se movía y convulsionaba, sus uñas rasgaban su piel como una manera de enfrentar los mil cuchillos que se metían en su piel con cada segundo que pasaba. Dejó escapar un aullido, sin dejar de pedir ayuda en su mente. Aullar no era algo que normalmente hiciera mientras se encontraba como humano, pero se encontraba muy cercano a la luna llena y el lobo aún se encontraba presente en él. El dolor sólo había servido para llevarlo un poco más cerca de la superficie. Aulló nuevamente y apoyó sus manos en el suelo húmedo de la mazmorra que era su cárcel y dejó que el dolor pasara rápidamente por su cuerpo. Si no sacaba más que dolor al combatir el hechizo, entonces no lo combatiría.





-¿Escuchaste eso?-preguntó Harry de pronto, deteniendo su marcha. Draco se volvió para verle con preocupación, no había sonido que cruzara el castillo más que sus pasos al chocar con las piedras.

-No escuché nada, ¿qué era?-preguntó el rubio, su varita lista para cualquier ataque.

-Un aullido. Estoy seguro que era Remus, pedía por ayuda-dijo Harry, mientras afirmaba su cabeza.

-¿Quizás se encuentra en las cercanías?-dijo Draco. El moreno sacó el mapa de entre su túnica y lo consultó rápidamente.

-Remus no parece estar en el castillo-respondió Harry, extrañado-. Tampoco puedo ver a Snape.

-Espero que estén bien-dijo Draco, sorprendiéndole al instarle a caminar nuevamente-. Debemos llegar a la Sala Común. Sólo nos quedan 5 minutos.

-Está bien, vamos-dijo Harry-. Nos preocuparemos de Remus luego.

Corrieron nuevamente por los pasillos, pasando por el corredor donde estaba el Salón de Pociones, donde todo esto había empezado. Draco no pudo evitar pensar que quizás se iban a encontrar con una Sala Común vacía, pero necesitaba creer que no iba a ser así y que iba a poder encontrar a alguien dispuesto a pelear. Quizás uno de aquellos neutrales se atreviera a dar el paso necesario, aunque no se sentía quién para culparlos si es que querían mantener su estatus quo. Sabía perfectamente que si no fuera por Harry, él jamás hubiera dado ese paso.

-Indivisa Manent-dijo Draco cuando se encontraron con la muralla que los separaba de su casa. Harry se encontraba tras de sí, apoyado contra el muro, con una mano afirmando su frente. Ambos entraron cuando el agujero hacia la Sala Común apareció frente a ellos.

Los alumnos de Slytherin se encontraban asombrados, por decir lo menos. Era obvio que ya se habían dado cuenta de la desaparición de los primeros años, si es que las varitas apuntando a sus rostros y las lágrimas de unos cuantos en la parte trasera de la sala servían de señal.

-¿Qué quieres aquí, Potter?-preguntó Pansy Parkinson, quien tenía a su lado un Blaise Zabini que parecía enfurecido.

-Los primeros años de todo el colegio fueron raptados por mortífagos-dijo Draco en su lugar, atrayendo las miradas hacia él-. Tanto ellos como los profesores están encerrados e incapacitados en el Gran Salón.

-Pretendemos pelear-dijo Harry, cuando las exclamaciones de angustia y temor terminaron de pasar por entre los estudiantes. Notó que un par de ellos parecía no ver el problema en el asunto, pero evitó hacer comentario sobre eso. Necesitaban alumnos que quisieran pelear y una trifulca con los hijos de mortífagos no sería una buena manera de convencerlos-. Hemos enviado mensajeros a todas las casas. Si hay alguno de ustedes dispuesto a pelear junto con nosotros, junto con el resto del colegio, por lo que es nuestro, por Hogwarts, sería bueno que nos acompañara. Tendremos más fuerza en los números. Necesitamos rescatar a los profesores y que con su ayuda logremos ahuyentar a los mortífagos del colegio. Este es nuestro castillo, y está en nuestras manos defenderlos.

-¿Y qué se supone que ganemos nosotros, Potter?-preguntó Zabini, quien parecía estar considerando la idea-. Los mortífagos por lo general dejan a los Slytherin en paz y es muy poco probable que realmente le hagan daño a algún alumno de nuestra casa.

-Piénsalo, Blaise-dijo Draco de pronto-. Siempre ha sido un punto doloroso para Slytherin el que nunca nos hemos sentido parte de esta escuela, no realmente. Siempre hemos sido mirados en menos y discriminados por las creencias de algunos, aún cuando estas no sean compartidas por la mayoría-mientras decía esto se cruzaba de brazos y permitía que sus compañeros le vieran por lo que había sido por mucho tiempo, el líder de un grupo de alumnos desdichados-. Este es el momento, Slytherins, de cambiar esa imagen que tienen de nosotros. Es el momento de tomar un lugar en esta guerra y de hacerles entender que las serpientes no son unos seguidores ciegos, si no que pueden pensar por sí mismos.

-Es verdad-dijo una chica que Harry reconoció brevemente como Daphne-. Además, si lo piensan bien, al menos 5 de los chicos que fueron raptados son mestizos y 3 son nacidos de muggles. No creo que los mortífagos lo tomen muy bien.

-Si ya fueron capaces de matar a Tracey, no creo que se detengan ante otros Slytherins-dijo Nott, con un resoplido. Sus ojos aún se encontraban rojos de tanto llorar, pero parecía haber cambiado completamente sus visiones políticas en lo que iba del día.

-Bueno, los que estén dispuestos a luchar, acompáñennos. Debemos juntarnos con los de otras casas en el corredor que da al Gran Salón en cinco minutos-dijo Harry, pasando por el agujero hacia el pasillo de frente a la Sala Común. Draco le siguió y juntos esperaron hasta que los estudiantes hubiesen salido. Sorprendentemente un buen número se reunió frente a ellos. Entre sus filas se encontraba al menos la mitad del séptimo año y tres cuartos de los chicos de sexto y quinto. Sin esperar más empezaron a correr en dirección a la entrada del colegio.
Draco no lo podía creer. Habían encontrado ayuda entre sus compañeros, habían logrado que gente que jamás hubiera peleado por otros se sumara a la causa. ¡Merlín, el sólo hecho que Nott estuviera dispuesto a acompañarles era suficiente cambio como para que se maravillara! No podía más que sonreír a Harry, complacido por el resultado de su viaje.

Fue entonces cuando notó que el chico se encontraba nuevamente apoyado contra una muralla, respirando con dificultad. Se detuvo a ayudarle, aún cuando sus compañeros se habían ya perdido de vista en dirección al Gran Salón.





Severus Snape y Remus Lupin fueron llevados ante Lord Voldemort. Tal y como muchos otros antes que ellos, cayeron de rodillas ante él, aunque las circunstancias que marcaban su presencia allí eran muy diferentes. Ambos sabían perfectamente que no había manera de que pudieran salir vivos.

Lupin miró sorprendido al hombre que tenía frente a él. No había visto al Señor Oscuro en años, desde que se había presentado sorpresivamente en un ataque mortífago en Gales, hacía años. El hombre parecía haber cambiado mucho en los dos o tres años en los que Lupin no hubiese querido volver a verle de ser posible. De partida ahora tenía pelo y una nariz decente.

-Miren a quién tenemos aquí-dijo Voldemort, con una risa maquiavélica y una sonrisa en su semblante-. Si no es el hombre lobo y el traidor.

Tanto Severus como Lupin escucharon esas palabras con miedo. Hasta donde el profesor de Pociones sabía Voldemort no tenía cómo sospechar de su conexión con Albus, pero ahora parecía que había pruebas de lo contrario y realmente no quería imaginar qué es lo que iba a ser de él.

-Todos sabemos qué hace el licántropo aquí, por lo que no hay necesidad de hablar, pero tú, Severus…-empezó Voldemort, levantándose de su trono y caminando hasta donde el hombre se encontraba. Levantó el rostro de su súbdito con una mano y se acercó a él, estando sus frentes a sólo unos centímetros, le dijo:- Jamás pensé que tú me ibas a traicionar, Severus. Pero imagina mi sorpresa cuando me trajeron a los mensajeros que Dumbledore había mandado para llamar a los aurors y llegan con el lobo y contigo. No tienes idea de lo decepcionado que estoy, me niego a creer que seas uno de los peones de Dumbledore.

-¡Nunca, mi Señor!-dijo Severus, mirándole a los ojos de forma implorante-. Siempre le seré fiel.

-Eso es lo que me gustaría creer, Severus-dijo Voldemort, soltándole-. Así que te daré una única oportunidad para demostrarme tu lealtad-luego, mirando hacia una de las puertas cerradas del Salón, resguardada por dos mortífagos, dijo: Tráiganla.

La mujer que entró con los mortífagos no era muy distinta a las otras que Severus había visto entrar por aquella puerta, aquella por la que él había entrado sólo momentos antes. La puerta de las mazmorras. Era una prisionera, tal como había sido él. Tenía la túnica desgarrada, sucia de sangre y barro, zonas moradas alrededor de brazos y piernas, mordidas de hombres lujuriosos y marcas de violación y tortura. Como todas las otras mujeres que había visto entrar por aquella puerta.

Todas estaban allí por la misma razón, aunque algunas pagaban más que otras por sus pecados. Desafiar al señor Oscuro de una u otra forma significaba un gran sufrimiento si es que eras tomado prisionero, pero las mujeres por lo general sufrían más mientras más atractivas al ojo de los mortífagos resultaban.

Lo que diferenciaba a esa mujer de otras era que la chica, que era arrastrada por esos dos babosos, era alguien a quien Severus conocía tan bien como si se tratara de una hija, tan bien como a la ahijada que era, tan bien como podía conocer a la hermana de Draco. Una mujer de veinticinco años, cabello rubio blanquecino que caía desgreñado por sus hombros hasta su cintura. Tenía una mirada fija e insolente, unos ojos negros como los propios. Llevaba una sonrisa orgullosa plasmada en sus labios, a pesar de lo quebrado de su cuerpo. Aún cuando no parecía poderse mantener en pie por sí misma y era obvio que si los mortífagos la soltaban iba a caer al piso, Severus era capaz de ver que su cuerpo era el de toda una Malfoy, cuerpo alto y fino, cintura estrecha, piernas delgada, brazos fuertes y cadera ancha. Era obvio que los hombres del castillo habían tomado todo esto como una invitación para ser más sádicos que nunca.

-Sí, Severus, es ella. Sylphid Malfoy en persona, seguro la recuerdas, ¿no? La hija descarriada de Lucius Malfoy. Su padre nos llevó amablemente hacia ella hace unos días y me he tomado la disposición de atenderla como consideré necesario-dijo el hombre, poniendo una mano en su barbilla mientras miraba cómo los mortífagos la tiraban en el piso, frente al trono-. En vista de las faltas que ha cometido contra mí, y contra su familia, he decidido que el único castigo que puede llegar a tener es la muerte. Viendo que ya ha sido torturada lo suficiente, te daré el honor de ser tú quien imparta este juicio. Tú deberás matar a la única hija mujer de Lucius Malfoy, traidora a nuestra estirpe, o sufrirás de su mismo castigo a nuestras manos. Es tú decisión, debes mostrarme dónde reposa realmente tu lealtad.

Voldemort le miraba fijamente, y le pasó la varita de uno de los mortífagos con descuido. El señor Oscuro no era estúpido, jamás le daría a un prisionero su propia varita. Sería como ofrecerle el poder para atacarle a gusto, en cambio al pasarle una varita ajena tendría siempre la ventaja de que esta no funcionaría tan bien como una elegida.

Severus tomó la varita entre sus dedos. Por lo que podía ver había sólo dos opciones para él. Por un lado podía matar a Sylphid y salir del lugar como otro de los traidores redimidos, pero aún trabajando para Dumbledore. O podía negarse a matar a la chica y tratar de salir del lugar, muerto después de largas torturas y sufrimientos, dejando a la Orden del Fénix sin un espía entre las filas de Voldemort.

No había otra opción.

Miró a la chica frente a él, preguntándose qué era lo que pasaba por su mente en esos minutos, pero la chica no le quería mirar a los ojos. Su postura denotaba que estaba dispuesta a lo que fuese a pasarle. No tenía ya más esperanzas de vida, ni parecía realmente querer seguir viviendo una vida en que lo único que podía ver en el futuro era tortura.

Alzó la varita y, con cuidado de mostrar una crueldad mayor a la que realmente sentía, pronunció las fatídicas palabras que le cargarían en la conciencia por el resto de sus días:

-Avada Kedavra.

El lugar entero se iluminó con el verde del hechizo. Segundos después la chica cayó totalmente al piso, el sonido de su cuerpo al chocar contra la piedra quedó grabando en la mente de Severus.

Voldemort de pronto rompió el silencio con un aplauso.

Severus, consciente de que todos los ojos se encontraban fijos en él, se giró para mirar al señor Oscuro. Éste miraba satisfecho el cuerpo de la única mujer que los Malfoy habían podido procrear en siglos, y la única persona que quizás podría haber arruinado su ascenso al poder. El mortífago a sus pies había mostrado su lealtad, asesinando a su propia ahijada, y aunque alguna vez había dudado de él ahora no podía decir lo mismo. La forma en que no había vacilado un segundo en obedecer sus órdenes de asesinar a un ser querido era la única prueba de fidelidad que Voldemort realmente requería.




-¡Harry! ¿Qué te pasa?-preguntó Draco, arrodillándose a su lado y secándole el sudor de la frente con la manga de su túnica.

-Todo… da… vueltas…-dijo Harry, entre cada respiración que daba. Su voz parecía quebrada y su garganta se encontraba seca y apretada-. No… me siento bien… ¡Cuidado!

Pero fue demasiado tarde para advertencias. En el momento en que Draco se giró para ver de qué hablaba el moreno, vio como un rayo de luz blanca se dirigía hacia él, golpeándole de lleno en el pecho. Cayó al suelo inconsciente a los pies de Harry.

El dueño de la varita miró a Harry fijamente, alzando su varita hacia él. Harry trató de levantar la propia, pero su cuerpo se negaba a responderle. El sólo hecho de levantarse para estar al mismo nivel le había dejado sin aliento.

-Quiero que veas lo que va a pasar, Potter, por lo que no te dejaré inconsciente. Quiero que veas y que escuches lo que tengo que decirte, pequeño licántropo-dijo el mortífago, sonriendo de forma extraña-. ¡Incarcerus!

Gruesas cuerdas ataron el cuerpo de Harry, quien ni siquiera pudo defenderse, de los pies al cuello. Un hechizo hizo que su cuerpo y el de Draco levitaran frente al mortífago. Éste se puso a caminar, cuidando que Harry se encontrara al mismo nivel ocular que él.

-¿Qué te parece, Potter, si te cuento una historia? Una historia de cómo fue que te transformaron en un hombre lobo-añadió el hombre con una sonrisa maléfica, que si bien Harry no podía ver, podía sentir en el aire-. He estado observando lo que pasa en este castillo, Potter, y creo que sé mucho más que tú al respecto.



*Indivisa Manent = Unidos permanecen

martes, 4 de mayo de 2010

10 - Invasores (L) (Y) (MPC)

Sonata de Luz de Luna

Pieza Décima: Invasores.


(L) Este capítulo tiene advertencia de Limones.







Harry corrió, hacia donde creía haber visto a Malfoy desaparecer, con toda la fuerza que sus cansadas piernas le podían otorgar. En algún rincón oscuro de su mente creía oír a Madame Pomfrey diciendo que debería estar guardando reposo y no corriendo tras rubios arrogantes, pero su mente se negaba a escuchar por completo. Necesitaba encontrar al rubio y por la manera en que se hacía imposible de encontrar cualquiera podría decir que éste había estado corriendo.

Lo encontró ya en las mazmorras, cercano al salón del profesor Snape. No iba corriendo, pero sus pasos eran rápidos. Siguió su carrera hasta que estuvo cerca de él y le tomó la mano. No permitiría que se le escapara.

-Draco, espera por favor-pidió Harry, una vez su mano hubo agarrado la muñeca de su compañero.

-¿Qué quieres, Potter?-preguntó éste, tan fríamente como pudo.

-Necesito hablar contigo, ¿crees que puedes darme unos minutos?-dijo Harry, con una intensidad en los ojos que prefirió que hablara por él. No podía realmente explicar qué era tan necesario conversar, no en la mitad del pasillo, pero necesitaba que el rubio supiera la urgencia de lo que quería explicarle.

-Está bien, Potter. Habla entonces.

-No aquí, sígueme-dijo Harry, tomando su mano y buscando el pasadizo más cercano. Se trataba de un cuadro en el que un grupo de magos jugaba a las cartas. Tras él el camino se convertía en escaleras hasta el momento en que llegaron a la torre de Astronomía.

-¿No podías encontrar un lugar más lejano para tener la conversación, Potter?-preguntó Malfoy sarcástico y casi sin aliento-. Quizás la próxima vez podríamos ir a Las Tres Escobas o el Caldero Chorreante.

-Siempre pensé que te gustarían lugares con más clase, pero si estás bien con eso yo no soy nadie para reclamar-dijo Harry con una sonrisa. Sin pensarlo más lanzó un hechizo silenciador a la habitación y cerró la puerta.

-¿Qué es lo que querías decirme, Potter?-preguntó el rubio, soltándose de la mano que Harry no había notado que aún seguía asiendo la del otro. Mirando alrededor se sentó en el marco de una ventana, mirando como el sol hacía su camino para esconderse.

-No sé muy bien cómo empezar esto…

-Sólo suéltalo, Potter. Nos ahorrarás tiempo siendo franco-dijo Draco.

-Supongo… Ya sabes que te creo que estás de nuestro lado, ¿cierto?-empezó Harry, Draco sólo asintió aunque el chico pudo ver que el color había subido a las mejillas del Slytherin. Tomó un poco de aire y lanzó lo que le estaba comiendo el alma-. Remus me contó que Voldemort tiene un espía en el castillo. Sin duda está aquí para lo típico, ver qué sucede y encontrar vulnerabilidades. Me preocupa tu situación. No es una forma de discriminar a los de tu casa ni nada de eso, pero sin duda el mejor lugar para saber si eres o no un traidor, es en tu propio dormitorio. Yo que tú trataría de pasar el menor tiempo posible ahí y mantenerte siempre en presencia de alguien que puedas relacionar con Dumbledore.

-¿Tú eres estúpido?-exclamó Draco de pronto, poniéndose de pie frente a Harry en un par de segundos-. Si me muestro siempre con Dumbledore y si siempre estoy junto a alguien de la Orden obviamente el espía va a creer que me uní a ustedes y va a tener mucho que reportar.

-Es verdad que tendrá mucho que reportar, pero tú no eres un espía ni un doble agente. No es que dude realmente de tus capacidades actorales, pero me sentiría mucho más seguro sabiendo que si va a pasarte algo pudiésemos estar al tanto de inmediato-dijo Harry, tratando de mantener la calma. Los consejos del libro de Remus parecían dictar que respirara de forma sosegada y cerrara los ojos, así que eso hizo.

-Estoy seguro que podría mantener a un espía a raya, prefiero eso a que Voldemort llegue a estar seguro de que lo estoy traicionando-dijo Draco. El moreno abrió los ojos sólo con la intención de ver la expresión en el rostro de su contraparte. El chico tenía la cabeza gacha, su mirada haciendo un agujero en el piso. Si bien sus hombros estaban cuadrados en una actitud desafiante, sus ojos mostraban un mundo completamente distinto de miedo y vergüenza.

-Malfoy… Draco-se corrigió Harry, usando dedos para levantar el rostro del chico hasta que sus ojos estuvieron al mismo nivel-. Creo que es hora que decidas definitivamente en qué lado del asunto estás.

-¿Y por qué tendría que elegir un lugar en esta guerra? ¿No hay, acaso, gente capaz de mantenerse neutral?-respondió éste, desafiante.

-Tú eres un Malfoy, no tienes el derecho que otras personas con menos renombre parecen tener de mantenerse neutrales. Sabes perfectamente que si decides abandonar el lado de Voldemort estás eligiendo la muerte-dijo Harry, dejando que su mano abandonara la barbilla del chico para instalarse en el área de cuello bajo su oído-. Por otro lado sabes que si eliges a Dumbledore yo haré lo imposible por protegerte, y lo que te digo ahora es va en ese sentido. Sólo puedo protegerte si sabemos qué es lo que está pasando. Si desapareces en un pasillo abandonado, nadie sabrá de ti hasta que quizás sea demasiado tarde. No quiero que termines así.

-¿Y por qué te importa tanto, Potter?-preguntó Draco, quien para todo el arrojo que estaba mostrando tenía un lindo color rosa en sus mejillas que cambiaba totalmente el efecto final.

-Porque el sólo hecho de ir contra Voldemort como tú has hecho es algo que merece mi respeto. No pretendo dejar que ese respeto termine desperdiciado por culpa de un imbécil con demasiado tiempo libre-respondió Harry, quien sin darse cuenta había empezado a usar su pulgar para acariciar las mejillas sonrojadas del chico frente a él.

-¿Tú respeto, Potter? ¿Tan rápido fue posible ganarme tu respeto?-preguntó el chico, entre provocador y avergonzado.

-Hombres mucho más viejos e importantes se han deshecho en palabras para excusar las acciones que hicieron por miedo a lo que Voldemort pudiera hacer con ellos. Tú fuiste lo suficientemente fuerte y valiente como para saber que no querías una vida de servidumbre y actuar con respecto a eso. Eso es más que suficiente para ganar mi respeto-respondió Harry, caminando y llevando al rubio con él hasta que llegaron a un muro del salón. Su mano seguía en el rostro del chico, pero se sentía tan cómodo con ella ahí que no tenía intención alguna de quitarla de ese lugar-, aunque si he de ser completamente sincero hay algo más que impulsa mis palabras-añadió con una sonrisa disimulada.

-Pues dime entonces, Potter. ¿Qué es lo que hace que me gane mejor trato que otros hombres más viejos e importantes?-dijo Draco, con algo en sus ojos que el moreno sólo pudo clasificar como desafío.

-La manera en me has ayudado silenciosamente desde que me mordieron, sin pedir nada a cambio-dijo el chico, con una mirada afectuosa-. Hasta ahora sólo unos pocos hubiesen hecho tanto, hubiesen estado tan pendientes y preocupados por mí como para saber cuándo y qué ayuda necesitaba. Eso merece mi protección, gratitud y afecto.

-Tu afecto, Potter-señaló Draco, con una risa carente de malicia-, es algo que habría soñado con tener cuando pequeño. Aunque asumo que habría sido por razones erradas.

-Pues ahora lo tienes por las razones correctas-dijo Harry, poniendo su mano libre sobre la cadera del chico frente a él.

-¿Es así como hubiésemos terminado de haber tomado mi mano en la entrada del colegio en primero, Potter?-preguntó el Slytherin, poniendo una de sus manos sobre la que se había apoyado en su pelvis.

-Probablemente no, pero podríamos si es que ahora aceptas la mía-respondió Harry con soltura y un poco de picardía.

-No creo que tu mano sea suficiente como para borrar la vergüenza que pasé en ese momento-dijo el rubio, mirando hacia un lado como si el recuerdo le fuera doloroso, aunque Harry podía darse cuenta que estaba bromeando. En qué momento había obtenido el poder de entender las emociones que cruzaban el rostro del chico era algo que no sabía, pero le parecía muy útil entonces.

-¿Y qué sugieres que te ofrezca como muestra de mi afecto ahora?-preguntó Harry, siguiéndole el juego.

-Tus labios-respondió Draco, quien se volvió a mirarlo al tiempo que hablaba. La intensidad de sus palabras se demostraba en la manera en que sus ojos entrecerrados no le miraban más que la boca y como su rostro se acercaba más y más al de Harry-. No alcancé a responderte la vez pasada cuál es la diferencia de besarte mientras estás despierto y quisiera una segunda opinión… si me lo permites.

Harry no necesitó contestar eso con palabras. Sólo terminó de cerrar lo que había de distancia entre ellos atrayendo la cadera del rubio hacia la propia con la mano que mantenía sobre ella, mientras que con la mano en su cuello atraía lentamente su rostro hasta que parecía que cada centímetro entre ellos era un siglo de tortura. Podían sentir el aliento del otro sobre sus labios, el calor de sus labios y el ardor de sus miradas pero ninguno se animaba a borrar esa distancia; disfrutaban cada minuto de esa tortura.

Por dentro Harry pensaba en las palabras de Remus y se daba cuenta que no le interesaban, él quería esto. Quizás no fuera la persona con la que se quedaría para siempre pero, en ese momento, no había nada más importante que sentir el sabor de Draco entre su lengua. No había nada más importante que sentir el calor de su piel bajo sus manos y sentir que el rubio estaba tan perdido en sus emociones como él parecía estarlo.

No lo dudó más y cerró su boca sobre los labios entrecerrados de aquel que durante tanto tiempo fue su enemigo. No podía esperar más para volver a sentir que estaban conectados por algo más que una historia de malos momentos y de odios, quería sentir que latían bajo un mismo control. Necesitaba sentirle perder el control. Necesitaba sentir sus manos, sus labios, su cuerpo, el deseo incontrolable de tener a Draco comandando y siendo comandado.

Fue casi con sorpresa que Harry reaccionó al sentir la lengua de Draco internándose en su boca, sin pedir permiso ni hacer un amago de advertencia sobre lo que venía. El rubio no había esperado una señal para saber que el contacto era muy poco para su gusto y requería una compenetración mayor. Y Harry no era quién para negarle el acceso. Que Draco hiciera lo que quisiera, él acataría y haría lo posible para que la sensación fuera igual de buena para ambos lados.

Sintió las manos del rubio meterse entre sus cabellos, jugueteando y tirando suavemente mientras despegaba sus labios de los de Harry para acercarse a su oído lentamente.

-No saldrás corriendo esta vez, ¿o sí, Potter?-preguntó Draco mientras lamía el borde de su oreja.

-Esta vez sé muy bien en lo que me estoy metiendo, Draco-respondió Harry, remarcando el uso del nombre de pila de su compañero. El rubio pareció ronronear al oírlo.

-¿Y en qué te estás metiendo, Harry?-preguntó el Slytherin, mientras su boca bajaba hasta el lugar donde su cuello y sus hombros se unían bajo su camisa para darle un pequeño mordisco. Tanto el nombre salieron de los labios del rubio como los dientes contra su piel hicieron que un impulso se fuera directamente a la entrepierna del moreno, quien se movió contra el cuerpo Malfoy en algo que sólo habría podido ser descrito como incomodidad pero que era mucho más que eso.

-En algo que tiene todas las bases como para convertirse en la relación más importante de mi vida-respondió el moreno, apoyando su frente sobre el hombro del chico que daba besos a su cuello como si hubiera nacido para ello.

-¿Estás hablando en serio?-preguntó Draco, de pronto, girando su cara para ver el perfil de Harry.

-Sinceramente, no creo que podamos pasar de enemigos a amigos, Draco-respondió Harry, girándose también para verle-. Sin embargo creo que hay suficiente tensión entre nosotros para llegar a ser amantes-añadió mientras metía sus manos entre los pliegues de la túnica, bajo la camisa y tocaba la piel del rubio.

-Amantes…-repitió Draco, como si la palabra le fuera extraña. Harry aprovechó este momento para besar un punto bajo el oído del Slytherin donde podía sentir el palpitar de su pulso.

-Sí, amantes-confirmó Harry, mientras trazaba un camino con su lengua hasta la manzana de Adán del rubio-. Tengo la impresión que será mucho más fácil llegar a ser amigos si nos hacemos cargo de la tensión primero, ¿y qué mejor manera?

-Creo que estoy de acuerdo con eso-dijo Draco, usando una de sus manos para volver a poner el rostro de Harry al mismo nivel que el suyo-. Ahora cállate, hay cosas mejores que podrías estar haciendo con esos labios tuyos-añadió antes de besarlo nuevamente.

Esta vez se besaron con fuerza, sabiendo que no había nada entre ellos que no quisiera y que toda acción era plenamente consciente; en silencio, dejando que sólo el sonido de su respiración cortara el sigilo de la habitación y que sus palabras no fueran más que para pronunciar el nombre del otro en un momento de satisfacción.

Poco a poco las túnicas fueron cayendo al suelo y las manos se internaron entre las ropas; el deseo de sentir piel con piel más grande con cada segundo que pasaba. El sweater de Harry fue el siguiente en esparcirse en el suelo, por iniciativa propia, al tiempo que Draco ocupaba la falta de manos en su cuerpo para transformar una silla del salón en un cómodo sofá de tres cuerpos en el que se sentó a esperar a Potter. Se sentó con las piernas ligeramente abiertas, con una mano masajeando uno de sus muslos mientras la otra se encargaba de abrir uno a uno los botones de su camisa. Harry miró la imagen que el rubio sugería contra el oscuro sofá como si se tratara de un oasis. El cabello claro, la piel nívea, los labios rojos de tanto besar. Era la imagen más erótica que había visto en mucho tiempo y no sabía cómo había sido capaz de ignorar lo atractivo que podía ser el Slytherin por tanto tiempo.

Harry se acercó al sofá y apoyó su mano izquierda en el respaldo, junto al rostro del chico que le miraba con deseo; poniendo una pierna a cada lado de las de Draco y acercando su rostro hasta que sus labios nuevamente se encontraban a escasos segundos de conectarse.

-¿Qué es lo que me has hecho, Draco?-dijo Harry contra sus labios-. ¿Qué clase de encantamiento es que el que usaste para ocupar cada rincón de mi mente?

-Probablemente el mismo que usaste en mí-dijo Draco una vez que hubo desabrochado su camisa totalmente. Tomó la mano libre de Harry y la puso sobre su pecho descubierto-. Probablemente el mismo que usaste para meterte aquí.

Harry le miró con sorpresa, como si nunca hubieses esperado recibir una respuesta así… y es que nunca la había esperado. Parte de sí habría jurado que Draco no querría esto y que si llegaba a pasar algo entre ellos era sólo eso, una manera de aliviar tensiones, pero que nunca llegaría a más. Las palabras que había dicho ahora en cambio le hacían avivar la flama de la ilusión que se había apoderado de él desde el momento en que había escuchado a Remus. ¿Valía la pena esperar que algo más pasara?

-¿Y aún así te preguntas qué es lo que podrías haber hecho para ganarte mi afecto?-rió Harry, bienintencionadamente. El Slytherin, por todo lo cruel y punzante que podía llegar a ser con sus palabras, parecía tener un corazón que se aceleraba con cada palabra que el moreno decía y cada centímetro que se unía de sus cuerpos.

Harry decidió que quería saber cómo se sentía ese corazón latir mientras besaban, mientras sus pechos desnudos se unían, mientras sus cuerpos bailaban uno junto al otro. Besó a Draco nuevamente, cuidando que su mano se mantuviera siempre sobre el pecho del rubio. Se arrodilló en el sofá, con sus piernas a cada lado de las del Slytherin, y se sentó sobre sus muslos de forma que no hubiera espacio entre ellos que no se mantuviera caliente con el cuerpo del otro. De forma que su cuerpo estuviera tan cerca del otro que les fuera imposible no sentir su mutua excitación.

-Harry-exclamó Draco, entre sorprendido y ansioso, nervioso, aterrado.

-Shh, Draco-le calló Harry con un beso-. Sólo preocúpate de sentir, no creo que ninguno de los dos esté preparado para llevar las cosas demasiado lejos hoy.

-Tienes razón-dijo el rubio, con la voz entre quebrada y ansiosa-. Aunque eso no desaparecerá este problemita que tenemos entre nosotros.

Harry rió de buena gana.

-Yo creía que éramos los Gryffindors los que nos dejábamos llevar por nuestras emociones-comentó mientras movía sus caderas de forma que sus erecciones se juntaran y rozaran, mandándoles un impulso eléctrico que les hizo cerrar los ojos para sentir sin las distracciones que proveía en mundo real.

-Los Slytherins somos ambiciosos, Harry-ronroneó Draco luego, tomando el cuello del moreno con una mano y acercándole de forma que pudiera besar su cuello mientras con la otra abría su camisa-. Siempre querremos más de los que nos están dando.

Harry sintió como los dedos ágiles del chico se movían por sobre su pecho, sacando a cada botón de su ojal con una rapidez que no había demostrado en su propia camisa. En un par de segundos la prenda se encontraba atravesando el salón en dirección a donde sus túnicas habían sido descartadas minutos atrás. Pero las rápidas manos de Draco no se detuvieron ahí, para su sorpresa éstas no se demoraron más que un par de segundos en estar jugando con su cinturón y liberándolo al frío del ambiente. Harry puso su mano sobre las del Slytherin antes de que éstas llegaran a tocarlo.

-Creo que un poco más que eso y será demasiado para mí-dijo Harry, tratando de disfrutar las sensaciones que esas acciones había provocado en él y tratando de calmarse para que estas no le sobrepasaran. Se lamió los labios mientras miraba directamente los ojos del chico bajo él.

Sin pensarlo dos veces siguió el ejemplo de su compañero y no perdió tiempo en abrir sus pantalones, rescatándole de la opresión que la prenda parecía estar provocando en él. Sin seguir su propio consejo le tomó entre sus manos al tiempo que reunía sus caderas de forma que estuvieran aún más juntos. De manera que piel contra piel cobrara un nuevo sentido.

Se movieron y besaron de esa forma durante unos minutos, perdiéndose en el sabor del otro, en las sensaciones que provocaban entre sí. Se tocaron y jugaran, explorando sus cuerpos y sus límites. Los besos iban desde sus bocas a sus pechos, de sus costados a sus manos, de sus estómagos a sus hombros. Sus manos corrían libres entre sus pieles, entre sus cabellos, entre ellos, tras ellos. Tocaban, rasguñaban, apretaban, gemían, besaban y se lanzaban a la vida con cada movimiento de caderas, con cada lengua que se movía dentro de sus bocas, con cada respiración entrecortada, con cada nombre dicho entre gemidos y sus ojos se encontraron en el momento en que ambos se rendían ante el placer y se sumergían en él. Sus miradas se habían cruzado en el minuto justo en que se quitaron de todas sus ataduras y dejaron que fueran sus cuerpos los que hablaran, los que sintieran.

Harry pudo ver cómo los ojos de Draco se sorprendían de lo que estaban sintiendo, cómo se abrían al percibir lo que se venía y como se entrecerraban al saber lo bien que se sentía. La idea de ser en parte culpable de todo el placer que parecía estar sintiendo hacía que Harry imaginara un mundo de posibilidades, en las que quizás no era él mismo y podía mantener una vida normal, una vida en que estas cosas fueran cotidianas y lo más importante del día no fuese pelear con Voldemort sino ver cómo su amante sucumbía al placer. Algo había en sus ojos que hablaba de ilusión, como si estuviera pensando en la misma línea en la que pensaba Harry. La imagen de Draco tan entregado y todo lo que eso implicaba en su futuro hicieron que Harry se rindiera y se dejara ir con un gemido al tiempo que apoyaba su frente contra la del rubio.

Draco pudo ver cómo los ojos de Harry agarraban tonalidades doradas que nunca antes había visto y que sólo podía asociar con el lobo que había visto la noche pasada. La idea de que Harry estuviera tan perdido en sus sensaciones como para que el lobo estuviera tan en la superficie, la idea de que Harry había dado tanto de su control para que Draco pudiera alcanzar el nivel de placer que podía sentir, no hizo más que acrecentar el poder que sentía de la situación. El moreno estaba más vulnerable que nunca, con sus emociones y sus deseos mostrándose en cada expresión de goce que su rostro mostraba. Draco sintió entonces algo que nunca antes había sentido, con ninguna otra chica o chico con el que había estado: sintió que le importaba lo que Harry pensara de él, sintió que realmente le gustaría que eso funcionara más allá de una noche y estaría dispuesto a intentarlo. No importaba cuantas pruebas tuviera que pasar para lograrlo, pero iba a intentar llegara a tener una relación con Harry. Iba a tratar hasta lo imposible por que esta imagen, de Harry viniéndose sentado sobre él, no fuera una cosa irrepetible. Él quería que esto fuese cotidiano, quería poder algún día despertar con este chico que era capaz de confiar en él tan ciegamente, quería poder amarlo y ser amado, quería que ese momento fuera irrepetible pero no el único. Draco entrecerró sus ojos y dejó que el placer lo consumiera al mismo tiempo que Harry apoyaba su frente contra la de él.

Cuando abrieron los ojos habían pasado un par de minutos en esa posición y sus cuerpos dolían como si no los hubieran usado en años, pero se sentían perfectamente bien, como si su lugar fuese exactamente donde estaban. Harry miró a Draco con cariño y sonrió tiernamente antes de darle un pequeño beso que no era más fuerte que una mariposa posándose sobre sus labios.

-Espero que esto resulte-susurró Harry contra los labios del rubio.

-Yo también, Harry, yo también-respondió Draco, abrazando al chico y juntando sus cuerpos hasta que la cabeza del moreno descansaba sobre su hombro-. Descansemos un momento, ¿ok? No tengo muchas ganas de moverme ahora.











La noche anterior se habían despedido con un pequeño beso en los labios que había durado un poco más de lo conveniente y que, si no hubiese sido detenido a tiempo, hubiese terminado con resultados similares a los besos que habían compartido momentos antes; pero estaban cansados y debían volver a sus salas comunes. Harry decidió mostrarle a Draco cómo volver por el mismo pasadizo que habían usado para subir, de forma que evitara los pasillos y llegara más rápido a las mazmorras. Él había subido a su dormitorio caminando como entre nubes y sonriendo sin razón aparente.

Ahora de mañana se encontrarían, nuevamente, frente al Salón de Pociones; enfrentándose a una clase en la que no deberían siquiera mirarse si es que querían mantener lo que había pasado la noche anterior en el más profundo de los secretos. A la luz del día la presencia del espía era cada vez más amenazante, al menos a ojos de Harry, y hacía necesaria la confidencialidad.

Harry caminaba sin apuro por los pasillos de las mazmorras, el brazo de Hermione enredado en el suyo de forma que su mano se apoyaba sobre la del chico. El moreno comía una tostada y la chica le instaba a caminar más rápido. Cuando llegaron al salón la puerta se encontraba cerrada, indicando que ni siquiera el profesor había entrado en el aún.

-Snape ni siquiera ha llegado, Hermione. Podría haber alcanzado a terminar mi té-dijo Harry, sin verdadero enojo tras sus palabras, había pasado demasiado tiempo desde que sentía que podía hablar con la chica como si fuera una amiga de verdad y necesitaba comprobar que así era.

-Llegará en cualquier minuto y prefiero no perder puntos por una estupidez como llegar tarde-respondió esta con una sonrisa.

-Deberías hacerle caso a Granger, Potter-dijo una voz a su espalda. Harry se giró para ver la sonrisa burlona de Draco-, quizás así subirían tus notas o perderías menos puntos.

-No dudo que la mitad de Gryffindor estaría de acuerdo con eso-rió Harry, sin querer caer en el juego fácil que era contestar con una pesadez. Además, no creía realmente que el rubio lo dijera con maldad sino sólo con la idea de que su fachada siguiera en pie.

Un grupo de Slytherin y Gryffindors aparecieron casi al mismo tiempo por ambos extremos del pasillo. Las risas que parecían haberlos inundado habían se esfumado al poner un pie en el corredor. Si Snape hubiese estado ahí para ver lo que acababa de ocurrir, Harry estaba seguro, sonreiría ante tamaña estupidez.

-¿Por qué no entramos, Harry?-dijo Hermione, tirando de su brazo nuevamente. Abrió la puerta hacia el salón y entró al mismo tiempo, arrastrando al chico con ella. El resto de los alumnos siguió su ejemplo.

El sonido blando de un bulto al caer les detuvo antes que el espectáculo ante sus ojos se registrara.

En la mitad del piso, frente al escritorio del profesor, se encontraba el cuerpo desfigurado de lo que en algún momento pareció ser una alumna de Slytherin. Sus brazos estaban doblados en direcciones irregulares y su cabello rubio se encontraba teñido de sangre. Se encontraba desnuda y con suficientes cortes en el cuerpo como para que alguien asumiera que debería sangrar mucho, pero ni una gota salía ya de sus heridas.

-¡Tracey!-un grito en la parte de atrás del grupo hizo que Harry reaccionara. Hermione le tironeó la manga y le instó a mirar al pizarrón. Ahí, posiblemente escrito con la sangre de la chica, estaba la frase: “El señor Oscuro viene y está vez los matará a todos. Empezando por Potter y los que traicionaron a sus familias”

-¡Todos afuera!-gritó, mientras guiaba a los alumnos en dirección a la puerta-. ¡Alguien que llame al director! Dumbledore necesita saber esto.

-¡Yo iré!-dijo Seamus, quien se escabulló entre los alumnos a gran velocidad.

-¡No, Tracey! ¡Potter, déjame pasar!-lloraba un descompuesto Theodore Nott. Draco lo detuvo con un brazo en su hombro.

-Theo, la chica puede estar cubierta de encantamientos. Será mejor que nadie la toque hasta que vengan del ministerio-dijo el rubio, con la voz ahogada.

-¿Qué está pasando aquí? ¿Qué significa este desastre frente a mi salón?-exclamó un barítono desde fuera de la habitación. Los alumnos que aún quedaban por salir se apresuraron en escabullirse por la puerta para evitar la furia del temido profesor.

-¡Snape, hay una alumna muerta!-exclamó Harry de forma que el hombre pudiera escucharle sobre el ruido producido por los alumnos. Dado lo que estaba costando que estos salieran de la habitación, le estaba siendo muy difícil al maestro de pociones el entrar y enterarse-¡Seamus fue a buscar a Dumbledore!

-¿A qué te refieres, Potter?-preguntó el profesor, la desconfianza latente en el tono de su voz.

-Tracey Davis, profesor-respondió Hermione, quien Harry podía ver que se encontraba blanca como un fantasma-. Tracey Davis está muerta-repitió mientras conjuraba una pantalla sobre el cuerpo que impedía verlo. La salida de los alumnos fue mucho más rápida después de eso. Snape al fin pudo entrar al salón.

-Saca la pantalla, Granger-dijo éste, mientras se acercaba a la escena del crimen, varita en mano. Un par de hechizos y varias maleficios que aparentemente estaban sobre el cuerpo se deshicieron en colores que le recordaban a Harry musgo y agua podrida.

Dumbledore entró a la habitación segundos después que el último hechizo desapareciera.

-¿Qué puedes decirme, Severus?-preguntó, sin preocuparse demasiado de la presencia de Harry, Hermione y Malfoy; eran los únicos que habían permanecido en la habitación. Theo se encontraba afuera de ésta, Blaise abrazándole con fuerza.

-No fue hace mucho, Albus. Máximo doce horas-dijo el profesor.

-¿Tú crees que tiene que ver con lo que nos informó Remus?-preguntó el director. Harry sintió como Draco le tomaba la mano discretamente y la apretaba con fuerza. El Gryffindor devolvió el apretón y añadió una caricia con el pulgar sobre el dorso de su mano.

-Es lo más probable-dijo el Maestro de Pociones-. Si el culpable es quien creo que es… las posibilidades de que descubramos por quién se está haciendo pasar son muy bajas.

-Severus, contacta a Minerva, Fillius y Pomona. Los alumnos deberán volver a sus dormitorios y mantenerse ahí hasta que el Ministerio decida qué hacer con el cuerpo. Un asesinato queda fuera de nuestra competencia como profesores-dijo el director, mientras abría la puerta y los señalaba que salieran.

-Profesor-dijo Harry de pronto; todos le miraron-. Quisiera pedirle que Draco se quede en el dormitorio de Gryffindor-señaló al pizarrón con la cabeza-. Me sentiría mucho mejor sabiendo que está fuera de peligro.

-Por supuesto, Harry-dijo el director con una sonrisa y un brillo en los ojos que le puso incómodo-. Estoy seguro que el profesor Snape no tendrá problemas con ese pequeño cambio de planes.

-Muchas gracias, profesor-respondió Harry, tomando a sus dos compañeros de la mano y saliendo de la habitación antes que Snape pudiera argumentar en contra de su decisión. Una vez fuera del salón se dirigieron a paso lento hacia la Torre de Gryffindor.

-No creo que tus compañeros estén muy contentos con mi presencia en tu casa-dijo Draco, con una risa nerviosa.

-Pues se van a tener que aguantar, no te voy a dejar en Slytherin, tan fuera de mi vista, cuando alguien dejó una amenaza tan directa en tu contra-dijo el moreno, de forma decidida. Sus ojos verdes miraron a los grises de Draco y repitió su promesa-. Te dije que te iba a proteger y pretendo hacerlo.

-¿Y realmente crees que estaré mejor con alguien que también fue nombrado en el pizarrón?-preguntó el rubio, levantando una ceja en incredulidad.

-Voldemort siempre me ha querido matar, eso no es novedad. Tomando en cuenta todo lo que ha hecho Dumbledore para protegerme, no sé qué lugar puede ser más seguro que conmigo-dijo Harry con una risa triste.

Hermione les miraba sorprendida, pero con una sonrisa. Era extraño ver cómo esos dos eran capaces de llevar una conversación civilizada y aún así parecer que estuvieran peleando, incluso cuando las palabras que decían no parecían mostrar real malicia. Incluso podría apostar que había algo de cariño en ellas. Algo había pasado la noche anterior que había cambiado completamente el estado de su relación.

El resto del camino transcurrió en silencio, con la excepción de las advertencias a los estudiantes que se encontraban fuera de sus dormitorios para que volvieran a ellos. De pronto, Harry miró a Draco nuevamente y preguntó:

-¿Por qué estaba Nott tan conmocionado?

-Tracey y Theo habían estado en una relación en secreto durante años-respondió Draco, en un susurro, cosa que sólo Hermione y Harry le oyeran.

-¿Pero Tracey no era de sangre mestiza y Nott hijo de mortífagos?-preguntó Hermione, asombrada.

-El mismo Nott es de ideas muy cercanas a los mortífagos, pero de alguna manera lograron mantener la relación a pesar de eso. Todos sabíamos que no era posible que duraran, pero ellos parecían empeñados en demostrarnos lo contrario-comentó el rubio, cuidando de decirlo todo antes que la puerta de la casa de los leones se mostrara ante ellos.

-¿Están bien, chicos?-preguntó la Señora Gorda.

-Nosotros estamos bien, gracias-respondió Hermione-. Ante Bellum*

El cuadro se movió dejando ver el agujero que servía de entrada a esa habitación llena de rojos y dorados que, aunque a Draco le gustaría haber negado, resultaba muy cálida en medio de tantos problemas.

-¿Qué hace Malfoy aquí?-preguntó Ron Weasley desde un sillón frente al fuego.

-Lo trajimos para que le protegiéramos entre todos. Al parecer lo que sucedió en el Salón de Pociones era un mensaje para él-respondió Hermione, con una sonrisa hacia Draco.

McGonagall había aparecido una media hora después, diciendo que estaban buscando al resto de los alumnos y que no debían salir de la casa hasta que los aurors llegaran y dieran el visto bueno a la seguridad del castillo. De inmediato se formó un caos de jóvenes que veían cómo esto les iba a afectar el día, gente preocupada por saber quién era la víctima y otros que querían noticias de otras casas. La profesora se fue sin responder ninguna de estas preguntas. Poco a poco la Sala Común volvió a la normalidad y el trío se sentó ante el fuego, jugando cartas, mientras Draco intentaba leer uno de los libros que Hermione le había prestado. Pasaron horas en la misma actitud hasta que alguien notó lo silencioso del lugar.

-Pareciera que hubiésemos sólo viejos en la habitación-rió Seamus, quien había sacado una cerveza de manteca y la compartía con Dean.

De pronto Harry se puso de pie y contó a la gente en la habitación.

-Dios mío… ¿Dónde están los primeros años?-preguntó en voz alta.

-¿Los primeros años, Harry?-preguntó Ron, con extrañeza-. Supongo que se aburrieron de esto hace un rato y se fueron a sus habitaciones.

-Voy a ir a cerciorarme-dijo el moreno, corriendo en dirección a los dormitorios de los hombres mientras Hermione tomaba la iniciativa y se dirigía a los de las mujeres.

El dormitorio del primer año se veía como si un remolino hubiese pasado por el lugar. Había ropa tirada por todos lados, almohadas reventadas y camas quemadas por hechizos. Estaba seguro que en podía oler el aroma de la sangre en la habitación. Recorrió entre las camas hasta que se encontró con la fuente del fuerte olor. En el piso, debajo de la varita de un alumno, había un charco de sangre. Era demasiada como para que hubiese sido un accidente, sólo podía provenir de un hechizo cortante.

La escena se repetía en el dormitorio del segundo y tercer año.

Entró de nuevo a la Sala Común casi al mismo tiempo que una Hermione devastada hacía lo mismo. Bastó que se miraran para darse cuenta de lo que había pasado.

-Los primeros años han sido secuestrados-dijo Harry, al tiempo que un peso se instalaba en su estómago. Los ojos de Draco se clavaron en los suyos y Harry sintió ganas de llorar. Cómo se suponía que iba a ser capaz de proteger a su Slytherin si al parecer los mortífagos habían sido capaces de raptar a treinta alumnos a menos de 50 metros de él.


*Ante Bellum = Antes de la guerra